Fragmentos del Libro

La llegada de la televisión

Al llegar la televisión a Puerto Rico en el 1954, muchas cosas cambiaron en las costumbres de todos nosotros.  Con aquellos televisores en formas de cajas, las familias se sentaban a esperar que apareciera la imagen de un indio en la pantalla.  Esa era la señal de los programas.  Así también muchas veces venían a la casa, los niños de la barriada que no tenían en sus casas el maravilloso aparato.  Así fue como comenzamos a disfrutar juntos de aquellos primeros programas, los que cautivaron nuestra atención. 

Cada uno de los miembros de nuestra familia llegó a tener su programa preferido.  A nuestra bisabuela Ursula le gustaban los muñequitos animados, al igual que a nosotros.  También se emocionaba de ver las aventuras de Flash Gordon.  Parecía otra niña que compartía el juego con nosotros.  Aplaudía cuando terminaba la tirilla cómica de los muñequitos.  Nada como un aplauso y un final felíz.  A mi abuela Iha, por su parte, le gustaba la lucha libre.  Nunca supe porque, pues a mi me aburría ver a dos hombres tirándose sobre la lona, brincando el uno sobre el otro, dándose golpes y cabezazos.  La abuela era a mis ojos una persona tan pacífica, que no podía entender aquel gusto suyo. A Pina, por su parte, le gustaba ver el programa de Quiñonez Vidal con su pesetita voladora.  En el programa probaban fortuna ante las cámaras, los que aspiraban a convertirse en cantantes famosos.  Si el concursante no cantaba con gusto, Quiñonez Vidal le daba una peseta para que pagara el pasaje de regreso a su casa.  Además otro programa del animador Héctor Almodovar, Revista Sabatina, lo disfrutábamos todos cada sábado en la noche. 

Luego de que las abuelas terminaban de ver sus programas de televisión, se retiraban a sus habitaciones.  Se aseguraban de que todo estuviera recogido, la cocina limpia y la casa bien cerrada.  La casa fue después otra y distinta, cuando abandonaron la Barriada Buenos Aires en el 1956.  Se fueron a una vivienda fabricada en cemento, localizada en una urbanización muy lejana a nuestras calles.  Ya yo tenía 13 años de edad, cuando Iha estrenó aquella casa, que a diferencia de la que tanto recuerdo, tenía dos habitaciones con closets y un baño interior.  Pero al igual a la que tanto recuerdo, tenía un balcón en la parte de alfrente, con su jardín y un rosal.

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